8.1.08

Zeleznik: Harina de otro costal


Como ya referí en este mismo blog hace un tiempo creo que el trabajo del baloncesto en la cantera no pasa precisamente por su mejor estado. Corroborando lo dicho, asistí a presenciar una edición más del prestigioso torneo junior de l'Hospitalet (algún día haré un ranking de los mejores jugadores que he visto en las 10 ediciones últimas) donde se dan cita algunas de las potencias baloncestísticas del continente y que, desde mi punto de vista, año tras año va perdiendo el nivel de manera considerable. En esta edición pude ver varias cosas: la internacionalización de las canteras españolas (a excepción del Estudiantes todos los equipos tenían extranjeros, bien balcánicos como el Madrid, africanos como el FC Barcelona, o del Este como Pamesa y Joventut), y la escasedad de jugadores de talento puro, es decir, habían buenos jugadores de equipo (Lorenzo de Unicaja, ojo con este tipo, Hernández del Barça, Rakocevic del Madrid) y jugadores "resultones" para competir en junior, pero una escasedad de jugadores de talento algo alarmante (los únicos de auténtico talento desbordante apreciados por mi persona fueron Mirotic del Madrid, Franch de la Penya y Cárdenas de Cajasol). A nivel de juego poquita cosa: individualidades (y no descollantes como ya he dicho), escasa lectura de juego, y como elemento deslumbrante un equipo y una noción del baloncesto a años luz de la que tenemos en España: la del FMP Zeleznik, campeón por segundo año consecutivo.
El equipo de Belgrado, caracterizado en los últimos años por haberse convertido en la mejor cantera balcánica y por ende europea, llegaba a Hospitalet con una doble misión: afrontar la ausencia de su mejor y más determinante jugador (el MVP del Europeo cadete Dejan Musli), e igualar la imagen del anterior equipo campeón encabezado por Milan Macvan. Así pues, y sin demasiados nombres a excepción de los internacionales Subotic, Djekic, Vukasovic y Punjasovic, a los serbios se les presentaba un reto que resolvieron con un título. El equipo del Zeleznik jugó a otro nivel, no tenía a ningún jugador estelar como el año pasado (Macvan) y a falta de éste desarrolló un baloncesto sensacional, rapidísimo, con un equilibrio excelente entre el juego interior y el exterior, con una férrea defensa y con una facultad de llevar el balón de un lado al otro de la pista sin más botes que los imprescindibles. Los jugadores serbios, dejando de lado sus excepcionales condiciones físicas, presentaron unos fundamentos depurados, y lo que es más importante, sabían precisamente en que momento aplicarlos a la perfección. No cometieron un tiro precipitado, no forzaron un 1x1 fuera de lugar y no bajaron los brazos en ningún momento. Los únicos momentos en los que el equipo bajó su inalcanzable nivel se produjeron en ciertos momentos de las semis y la final (ante Madrid y Barça respectivamente) cuando la mayoría de los jugadores buscaban por la pista a un Musli que se ejercitaba en Serbia, a miles de kilómetros, con el primer equipo. No saldrán grandes jugadores de este equipo pero si muy buenos obreros del basket, jugadores con oficio, jugadores de equipo, de esa clase media que cada día parece menos presente en el baloncesto español de alto nivel. El orgullo del Zeleznik, un club que subsiste de vender lo que fabrica en su cantera (y tranquilos, tienen stocks como para colapsar el mercado), son sus equipos de base, sus jugadores, esos que cuida, mima y desarrolla con la experiencia de quien tiene la certeza de estar trabajando con la mejor viña para producir el mejor caldo colorado. El Zeleznik, como ya hicieran en su día Olimpia, Cibona o Partizan, y su método de trabajo debería ser el espejo en el que se intentaran reflejar nuestras canteras, unas canteras cada vez menos rentables y que cada vez aportan menos jugadores a los primeros equipos pese a que se fichen jugadores de los más variopintos lugares.