10.10.07

La fe mueve montañas


Así como hace un tiempo criticaba duramente a Pepu Hernández por sus decisiones en el Europeo masculino, ése en el que nos autodenominamos vencedores pese a caer derrotados con estrépito en la gran final, no puedo hacer más que quitarme el sombrero ante el papel de la selección española femenina en el Europeo de Ortona en Italia, donde han obtenido el mismo resultado que los chicos (y perdiendo también frente a Rusia) pero con un sabor del metal exponencialmente distinto.
El equipo de Evaristo Pérez (debutante al frente de un bloque con una columna vertebral inamovible y con la notable ausencia de Marta Fdez.) no ha sido el paradigma del buen juego, es más, en alguna ocasión tuve que dejar de mirar Teledeporte por la precipitación y locura en la que a veces se sumía el cuadro español, pero ha sido un modélico ejemplo de corazón, garra y brega, de voluntad y de fe.

No tenemos a jugadoras grandes y aún así hemos sido uno de los conjuntos más reboteadores y que mejor defensa hemos realizado. No eramos las mejores técnicamente pero esa intensidad que ha caracterizado al equipo ha compensado en muchos casos la falta de recursos técnicos. A nivel táctico el equipo de Evaristo tampoco ha sido la panacea pero todas las jugadoras conocían su rol y eso les ha dado muchas ventajas en la mayoría de los casos. Muy pocas veces he visto equipos con tanta agresividad, tanta voluntad, elementos que se han apreciado más claramente en Amaya Valdemoro, la gran estrella del equipo, esa jugadora capaz de ver un partido perdido frente a un equipo muy superior y dejarse absolutamente el alma y la piel pese a que el objetivo parecía lejano, y acabo no siéndolo tanto.

Merecido homenaje para un cuadro que luchó contra sus rivales y sus limitaciones básicamente a base de fe, la misma que, dicen, mueve montañas.

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