3.12.07

La triste balada de Sugar Ray


Micheal Ray Richardson tenía todo lo que un jugador de baloncesto sueña tener: unas excelentes cualidades físicas y un talento fuera de lo común para la práctica de nuestro baloncesto. Todo apunta a que ésta es una de esas historias de superación y lucha para alcanzar la cumbre, pero no es así, "Sugar" lo tenía todo, lo dejó escapar, se hundió en las catacumbas y ahí aprendió a disfrutar plenamente de lo que estaba haciendo.
Nacido en el seno de una familia desestructurada en Lubbock (Texas), en 1955, con el resto de su familia, se muda a uno de los peores ghettos de Denver donde su talento no aparece más que con cuentagotas. Richardson era débil de carácter, muy controvertido y no alcanzó cierto nivel baloncestístico hasta su último año de instituto. Tras éste, y para sorpresa de todos, la universidad de Montana le reclutó para su equipo donde no se vio más que timidez y un escaso nivel académico, elementos que quedarían en un segundo plano cuando Sugar decidió crecer como jugador desde la defensa, y de esta guisa se convirtió en uno de los mejores "ladrones" de balones de la NCAA, hecho que iría complementando con una mejora exponencial en ataque gracias a ejercitarse con algunas de las estrellas del equipo ABA de Denver durante sus vacaciones estivales. El resultado fueron sus magníficas dos temporadas finales como universitario que le encumbraron como uno de los mejores bases de la competición y como uno de las elecciones más apetecibles para el draft del '78.
Los Knicks lo escogieron por delante de Larry Bird denominándolo como el succesor de Walt Frazier y la temporada de debut del tímido chaval tejano no decepcionó a nadie siendo el único jugador de la historia capaz de la NBA capaz de promediar más de 10 asistencias y robos por partido (79-80). Todo parecía ir viento en popa: Richardson participó en 3 all-stars entre el 78 y el 82, fue incluído en el equipo defensivo de la liga en dos ocasiones y era un ídolo en la ciudad donde la crítica periodística es más certera y mordaz. Pero dentro de su vida de lujo y éxitos algo no había cambiado en este chaval, seguía siendo muy retraído y la fama le condujo por las oscuras sendas de la droga y el alcohol.
En 1982 los Knicks lo traspasan a los Warriors de Golden State para hacer sitio ante el fichaje de uno de los grandes cañoneros de la NBA Bernard King. Este traspaso a un equipo perdedor no hace más que engancharlo más a la sustancias prohibidas que tampoco abandona en su regreso al Este con el fichaje por los New Jersey Nets. Pero en esta especie de espiral decadente habría espacio para las gestas: Richardson se sobrepuso a su irregular juego y volvió a ser el astro que brilló un día en la Gran Manzana con 20 puntos por partido y siendo el líder absoluto de un equipo mediocre que aspiró a algo más que a caer derrotado cada noche. Sugar fue cálidamente acogido de nuevo en la élite tras su elección para el All-Star de 1985 en Indianapolis hasta el punto de que Isiah Thomas llegó a decir de él que era el único al que verdaderamente temía enfrentarse en toda la liga.
El brillo que adquirió Ricardson en este período de renacimiento estaba basado en el talento puramente ya que los vicios que había adquirido en su estancia en Manhattan seguían presente de manera que en 1986, en el ecuador de la liga, la NBA lo vetó de por vida tras dar positivo en tres controles de cocaína. Fue el primer jugador sancionado por tales motivos y así inició una travesía del desierto que le llevaría a jugar en las ligas menores americanas siendo el primer modelo de ídolo caído del mundo de la canasta.
Nada en el mundo parecía que restituiría el honor de Micheal Ray hasta que una oferta de un club italiano le hizo tomar otra perspectiva del baloncesto y de la vida. Richardson ficharía por la Virtus de Bolonia y allí retomaría papel y lápiz para escribir un nuevo volumen de su leyenda. Era costumbre ver a Sugar recorriendo la pista con 2 o 3 jugadores enganchados a él para evitar que anotara, al entrenador del equipo contrario echándose las manos a la cabeza: Sugar Ray Richardson no era un jugador para Europa, era una estrella absoluta, y sus números cantan por sí solos. En Bolonia conquistaría la Recopa de Europa junto a Messina como técnico, y haría sonar su nombre en toda Europa. En 1992 ficharía por el KK Split, entonces campeón de Europa, y luego mostraría su clase en Livorno, en el Olympique de Antibes y en el Cholet, retirándose con la friolera de 46 años de edad, habiéndose redimido de sus vicios, del lastre que le impidió ser uno de los más grandes, gracias al amor que concentró plenamente en el basket para apartarse de cualquier otra desviación.

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